jueves, 14 de mayo de 2009

Sobre Fabián Bielinsky

Autor: Cynthia Sabat csabat@gmail.com

El ilusionista del millón

Con su opera prima Nueve reinas, Fabián Bielinsky se convirtió en uno de los pocos directores argentinos que superó la barrera del millón de espectadores. Su película casi parte camino al Oscar, pero se quedó finalmente con un premio más que envidiado: las salas llenas y el apoyo de la crítica. Bielinski conversó con MCI acerca de las trampas de su relato, del panorama del cine nacional, y de la instantánea y particular identificación que sintió el público argentino con un par de estafadores encantadores.



- ¿Qué fue lo primero que surgió como idea original de Nueve Reinas?
- Lo primero que surgió fue el tema de la estafa, y después los personajes. Por puro placer y obsesión. Me gusta el tema, me gusta el ámbito, me gusta esa forma delictiva tan curiosa, que se entremezcla tanto con cuestiones morales y éticas. Me parecía un ámbito fascinante para mi historia: la historia de un delincuente que en vez de esgrimir un arma, esgrime una estrategia, o mecanismos psicológicos con los que logra que le entreguen el dinero sin tener que sacarlo... como forma delictual me parece que tiene una connotación rarísima, y genera una enorme contradicción moral en el espectador.

- Y plantea una especie de “ley de la selva” pero en las calles....
- Sí, eso era parte del ámbito, una jungla a la que no conocemos del todo, eso era lo interesante. Porque nadie duda que hay delincuentes a mano armada esperando para dar el zarpazo, sin embargo esta forma de delinquir está mucho más cerca y pasa más desapercibida. Toman café en el mismo bar que nosotros, y hasta nos rozan en la calle y no lo sabemos.

- ¿Pensaste esta historia en Buenos Aires desde un principio ? Porque tiene mucho de lo que es el “ser porteño”, como un subgénero dentro del “ser nacional”.
- Sí, la pensé ambientada en Buenos Aires, es el ámbito natural de todo esto, y es mi propio ámbito. Sin embargo esto del “ser nacional“ es una curiosidad.... no fue una idea inicial de la película, y es muy curioso cómo el público lo tomó. Porque esta modalidad de robo se da en todas las grandes ciudades del mundo, pero no en todas las ciudades el público lo tomaría como una especie de ilustración de algo genérico. Aunque esto pasa en otros lugares, estoy casi convencido de que la gente claramente dividiría entre “nosotros y ellos”. O sea, estaría viendo una historia de delincuentes y nada más. Y acá piensan “ellos son los delincuentes; no somos nosotros, los honestos, el público” y sin embargo todos lo asumen como algo que tiene que ver con lo “nuestro”. Me parece increíble cómo la gente entiende y acepta que eso, de algún modo, nos representa. Es como si dijeran “esos no son marginales, son decididamente parte de nosotros”. Yo no lo escribí con esa intensión... me parece casi dramático que la gente sienta eso.

- Quizás esa sensación está acentuada por el momento particular en el que se estrena...
- Sí, pero yo la escribí mucho antes. Esto ocurría antes, este sentimiento estuvo siempre. Pero....sí, si uno lo piensa siempre pasó, pero ahora es peor, es mucho peor.
Por mi parte desde lo formal forcé la identificación, lo hice a propósito...quise restarle toda la artificialidad que la historia tiene. De hecho es una historia sumamente artificial. Quise contradecir esa artificialidad...y que la calle fuera la calle, y la gente fuera la gente, para que hubiera un reconocimiento permanente de la atmósfera en la película. La naturalidad de los encuadres, de la luz y los movimientos de cámara fueron pensados en función de eso, y me alegra ver que funcionó.
Pero Nueve Reinas jamás se planteó mostrar al ser nacional. Me parece que las películas deben plantearse como objetivo contar una historia lo más concreta, fuerte e interesante posible. Lo demás, es el añadido que tienen las cosas bien hechas: el poder de que cada uno pueda sacar toda clase de significaciones y reflexiones de una escena. Si la gente lee en una historia de engaños una reflexión de lo que somos, ese sí es un dato interesante.

- En cuanto al tiempo, toda la acción transcurre en un día...
-Sí, me encanta la idea de la compresión temporal, me encanta la idea de ponerle límites severísimos a la narración, porque me parece que eso obliga a agudizar el ingenio: cuanto más corsets tenés, más te obliga a no dispersarte. Me gustan esas películas con una propuesta de hierro: tiempo real, o solo dos actores. O una sola toma, como Hitchcock. A él le encantaban esos desafíos, por ejemplo, hizo una película en un bote. Son como corsets espantosos pero que te obligan a buscar soluciones, soluciones, y más soluciones para contar con pocas herramientas. En Nueve Reinas sabía que tenía que describir a los personajes por lo que hicieran ese día y nada más. No podía mostrar ni su familia, ni su casa ni nada.


- Con respecto al final, ¿siempre te lo planteaste así ?
- No, no desde el principio. Más bien lo descubrí, casi de la misma manera que un espectador viendo la película. Lo descubrí cuando algo me empezó a hacer ruido, algo que tenía mucho que ver con la artificialidad de la historia, y de pronto me di cuenta por qué era artificial: porque era un artificio. La historia me dio el final. Creo que el final de esta película es la película. Cuando llegamos al final entendemos lo que hemos visto. Esa era la historia, de eso se trataba, solo que durante el 90% de la película no lo sabíamos.

- El final es una estafa al espectador.... hay gente a la que le encantó, y hay gente a la que no le gustó nada.
-Me parece una estafa divertida y honesta. Sí, el espectador cae en una especie de engaño permanente. A mí me encanta cuando me hacen eso, y sé que hay gente a la que le gusta y a la que no le gusta. Sé que a mucha gente le gustó el final, e inclusive sé que hay mucha gente a la que no le gustó pero disfrutó muchísimo mientras veía la película. Y todo lo que surge de la película, consciente e inconsciente, como sensaciones o relaciones que viste y en realidad eran diferentes, terminada la película son solo eso, una película. Si despertás de una emoción y después yo te digo “esta emoción se te despertó a partir de algo diferente de lo que creías”, qué importancia tiene esa revelación? Si la emoción fue despertada, para mí ya fue suficiente. La película al terminar se desvanece en el aire, y lo único que queda son las emociones que te despertó mientras la veías. Hay mucha gente que la vuelve a ver, porque esa segunda mirada les da la opción de verla desde otro lugar.
Ese final para mí es forzar, un minuto antes de que la película termine, el hecho cinematográfico básico: la película, aunque no hubiera terminado así, también es una clase de estafa, de ilusión. El cine como fenómeno de comunicación es ilusorio. En este caso en vez de haber una ilusión, que es la película, hay una ilusión dentro de otra ilusión. Para armar la trama de esta película utilicé estructuras propias de la estafa. El hecho de que yo pueda usar esos elementos como forma cinematográfica, obliga a una reflexión acerca de qué es el cine, y cuán cerca está el cine de la estafa, de hacerle creer a alguien cosas que no son.

- ¿Con qué directores argentinos te sentís emparentado?
- Con mucha gente de mi generación, o de generaciones posteriores, que conozco gracias a estos años de trabajo en la publicidad. Con ellos, con quienes comparto la experiencia generacional de aparecer ahora con una ópera prima, tengo una relación de compañeros. Eso no quiere decir que compartamos la forma de contar o los gustos.

- ¿Y desde el punto de vista cinematográfico?
- Este año no pude ver mucho cine porque estuve sumergido en terminar la película, pero la que vi y me encantó fue Felicidades, de Lucho Bender. Me parece que tiene un rigor y una coherencia, una sensibilidad y delicadeza que se encuentra en pocas películas. Es rigurosa, al mismo nivel que Amores Perros, y eso me encanta. Cuando digo rigurosa me refiero a no chantear, jugarse por conectarse con el público, jugarse porque tu película tenga un sustento formal serio, porque tenga el criterio y la responsabilidad de que si uno pone una película en los cines tiene que cubrir una pauta mínima de conocimientos técnicos en términos muy amplios: saber cortar, saber poner una cámara, saber dirigir actores....

- Sentir una responsabilidad con el público.
-Claro. Y no siempre he visto eso. Y es un tema que todos tenemos que pensar: por algo la gente dice “yo no voy a ver cine argentino”. No es un simple prejuicio, una razón tiene que haber. Y vale la pena discutirla y analizarla, pero creo que entre muchas razones hay una muy fuerte, y es que hay una gran cantidad de películas que están por debajo del umbral de la dignidad. No es un tema de “me gusta más o menos”, es que se le han ofrecido al público películas por debajo del nivel de la dignidad, del rigor, y del mínimo respeto al espectador. Y eso no es poca cosa. Es cierto que tenemos la “desventaja” de que todas las películas argentinas se estrenan acá, en cambio llegan un porcentaje de las extranjeras. Nuestros críticos y público ven todas las películas argentinas, y por eso hay un poco de todo. Pero lo cierto es que siempre hubo una impronta de bajas expectativas, de “bueno, hagámosla más o menos...”.

- Puede haber contribuido a ello la forma en que se otorgaron los créditos cinematográficos durante mucho tiempo, donde el parámetro para su otorgamiento no era la calidad, sino el amiguismo. Y otros intereses.
- Sí, puede ser. Y la administración que Maharbiz hizo del INCAA en ese sentido fue desastrosa, lo menos transparente del mundo. Fue el reino del negocio, del amiguismo y un desastre absoluto. Cosa que no pasa ahora, pese a las dificultades serias que hay. Pero sí, eso ha pasado. Amén de que hemos tenido directores cuyo máximo talento era conseguir créditos y productores y hacer negocios, pero no dirigir. Y que arrastraban sobre sus espaldas seis o siete fracasos monstruosos, de crítica y de público ... inclusive muchas sospechas de manejo poco felices de los fondos, y siguen consiguiendo. Y siempre tienen un nuevo negocio.

- Fabián, sos parte de una generación de directores que acaban de estrenar su opera prima y que viene de la publicidad (Bender, Nardini & Bernard, Marqués). Pensás que estos aires nuevos podrán contra los prejuicios justificados con los que carga el cine argentino?
-Bueno, yo espero que sí. Hay ciertos prejuicios del público que tienen su fundamento, pero también hay una serie de subprejuicios que tiene la crítica, como el que dice que la gente que viene de la publicidad está “contaminada”. En este momento se está demostrando que sucede todo lo contrario. Me molesta mucho ese prejuicio. Yo trabajé como técnico en muchas publicidades, y si no trabajaba de eso no sobrevivía. Estas nuevas películas cuyos directores vienen de la publicidad demuestran lo contrario: rigor, respeto por sí mismos y por el público, y que saben que hay que hacerlo bien, con precisión, trabajando lo técnico y terminando la película hasta en sus más mínimos detalles. Eso es lo que traen de la publicidad, y no hay ninguna “contaminación”, como dicen algunos. Es algo totalmente positivo, y está demostrado. Felicidades es el mejor ejemplo. También 76 89 03, de Nardini y Bernard. Esta gente, a diferencia de la vieja escuela del cine argentino, que por ahí no pasaba por la publicidad, lo demuestra.

- Es que la gente que trabaja en publicidad tiene más posibilidades de experimentar, de equivocarse y de probar.
- Sí, es verdad, tiene más posibilidades de experimentar, y también tiene una visión muy autocrítica de lo que hace, porque trabajan en función de que el material sea aprobado y luego expuesto públicamente, con niveles de exigencia muy alto.

- Quizás el publicista utiliza su conocimiento de lo que el público espera.
- No, en ese sentido creo que las propuestas terminan siendo muy personales, no vinculadas a lo que “pide el público”, y funcionan muy bien. En mi caso no escribí Nueve Reinas en función de una especulación comercial. La hice así porque eso es lo que me gusta hacer, esa clase de historia y de ritmo. No hice ningún estudio de mercado, es más, nadie sabía cómo podía funcionar... uno podía verla y distinguir qué elementos le podían gustar a la gente, pero nadie pensó que iba a gustar tanto. Así que no creo que el publicista haga en cine lo que quiere el público. Una pieza publicitaria es un producto destinado a promocionar otro producto, con lo cual tiene características muy especiales.

- ¿Puede considerarse a una pieza publicitaria como una obra de arte del director?
- No! Honestamente creo que no, y además creo que la mayoría de las películas tampoco. Son muy pocas las películas que pueden considerarse “arte”, y muy pocos los directores que pueden llamarse “artistas”. Yo personalmente no me considero artista, y me parece muy pedante y pretencioso cuando un argentino hace una película y cree que ya sacó chapa de artista. Creo que hay que trabajar y hacer mucho, y que hay que tener algo que no se compra: que es lograr que alguien diga de tu trabajo “esto es una obra de arte”. Me siento un trabajador del cine, y puedo considerar que mi oficio es ser “director de cine”.

- A partir de que presentaste tu guión en el concurso de Patagonik y ganaste, ¿tuviste libertad de decisión, por ejemplo, con respecto al casting?
- Sí, absolutamente. Tuve la misma relación que tiene un director con su empresa productora, en el caso de que las relaciones con la productora sean particularmente buenas, cosa que no sucede siempre. En este caso fue muy armónica, ellos me proponían y yo escuchaba, o yo proponía y ellos escuchaban y llegábamos a un acuerdo...en ningún caso se tomó una decisión con respecto a Nueve Reinas que no contara con mi absoluta aprobación. Yo hice la película exactamente como si la hubiera hecho por mi cuenta, solo que con ventajas enormes. Tuve la posibilidad de tener un presupuesto razonable para hacer la película, me cubría muy bien las espaldas la producción, y el corte final fue mío aunque en los papeles no era así. En los papeles la productora tenía la opción de hacerse cargo de lo que quisiera, pero me dejaron decidir. Pero antes de esta posibilidad estuve un año y medio tratando de producir esta película. Con el mismo guión, la misma propuesta. O sea, no es fácil caminar las productoras con un proyecto. Y la situación del INCAA y los problemas de presupuesto que le genera el Ministerio de Economía sacándole su plata genuina, unido al hecho de que la producción cinematográfica es una inversión de alto riesgo, dificultan las cosas.

- ¿Qué pensarán ahora los productores que rechazaron tu proyecto?
- Y... están arrepentidos. Pero alguien podría decir “es difícil producir un proyecto que tiene pocas características atractivas para el gran público”. Mi guión tenía muchos de los elementos que sí son atractivos para el público, y sin embargo se me hizo dificilísimo, tuve que ganar un concurso para financiarlo. De una u otra manera lo hubiera producido, posiblemente como mis amigos y colegas, que sacan créditos personales, hipotecan la casa y se endeudan. Tarde o temprano lo hubiera hecho. MCI

Publicado originalmente en MCI - Megasitio de Cine Independiente (www.cineindependiente.com.ar)

1 comentario:

  1. Excelente idea recordar a este muy buen director a casi tres años de su muerte con este reportaje. Gracias Cynthia.

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