Raymundo, la revolución de la mirada
El IV Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos, que se llevó a cabo la semana pasada en Buenos Aires, fue el marco en el que se presentó oficialmente Raymundo, la primera película sobre el documentalista argentino Raymundo Gleyzer, que llega veintiseis años después de su secuestro y desaparición. A pesar de la demora, la película aparece en el momento justo para mostrarnos que la Argentina padece los mismos problemas que hace veinte años, y para añorar la enorme lucidez y humanidad de su mirada. El documental dirigido por Ernesto Ardito y Virna Molina, con producción ejecutiva de Juana Sapire, viuda de Raymundo, no sólo rescata la figura de un cronista imprescindible: también es una descarnada lección de historia argentina que bucea en los orígenes de nuestra catastrófica situación actual.
Ernesto y Virna están muy ocupados por estos días. Tras su presentación al público porteño, su documental está siendo visto por programadores de festivales internacionales que se interesan por llevar la historia de Raymundo a otros públicos. Mientras Ernesto termina de cerrar algunos aspectos de la presentación de la película en el Festival Hot Docs de Canadá, su mujer Virna explica que todo comenzó cuando terminaban la carrera de cine en la prestigiosa Escuela de Cine de Avellaneda, y casi por accidente, se cruzaron con una película de un tal Raymundo Gleyzer.
V.M.: Un día fuimos a una proyección de Los traidores y allí descubrimos a Raymundo y todo ese cine político del que, curiosamente, no nos habían hablado mientras cursábamos la carrera. Conseguimos sus películas, buscamos artículos, y leímos el libro sobre él que publicó la
cinemateca uruguaya. Así surgió la necesidad de hacer la película, ya que no había ningún documental sobre él. Primero ganamos una beca del Fondo Nacional de las Artes, y a partir de allí nos contactamos con Juana Sapire, viuda de Raymundo y sonidista de sus películas, que vive en Nueva York. A ella le encantó el proyecto, y empezamos a trabajar juntos. La idea era contar la vida de Raymundo vinculándolo siempre a la historia política argentina, y el desarrollo que tuvo el cine político, en Argentina y Latinoamérica.
Y lo lograron: la película es el más frontal y didáctico compendio que se haya hecho en los últimos años sobre la historia argentina, desde los años ´60 a esta parte. A través de una rigurosa selección de imágenes de archivo poco vistas, de momentos históricos clave en la historia del país –la primera vuelta de Perón y el Cordobazo, por ejemplo- y con el apoyo de grabaciones personales de Gleyzer y hasta animaciones, Raymundo es el resultado de una producción exhaustiva y paciente, que tuvo su epicentro en Nueva York.
V.M: La producción comenzó con un viaje de Ernesto a Nueva York, donde transfirió todo el material que tenía Juana a video, fotografió guiones y fotos, y accedió a muchísimo material que Raymundo había dejado perfectamente ordenado, como carpetas con la producción de las películas. A partir de allí trabajamos un año en el armado del guión. La financiación la obtuvimos de un auspicio del INCAA –gracias al apoyo enorme que nos dio Tato Miller- y a subsidios de fundaciones de Holanda y Canadá.
MCI: ¿Qué fue lo que los cautivó de Raymundo, al punto de emprender una producción que iba a demandarles años de trabajo?
V.M.: A mí me cautivó su cine de alto contenido ideológico. Yo no había visto un cine, especialmente argentino, que tuviera tanta fuerza y estuviera tan comprometido con la realidad, como el que hay en las películas de Raymundo. Estaba completamente al servicio de la denuncia, pero a la vez tenía una riqueza cinematográfica, porque era un excelente cameraman -él trabajó como camarógrafo y corresponsal del viejo noticiero Telenoche-, y los planos eran impresionantes: usaba la cámara en mano siguiendo al actor, elegía sus ángulos de cámara con mucho cuidado y lograba actuaciones muy creíbles. Eso casi no se veía en el cine argentino de la época. Además Raymundo no sólo era camarógrafo y director, sino un excelente productor integral: no solo filmaba, sino que podía organizar la filmación de su película y la concretaba, sobre todo en las condiciones mínimas en las que se trabajaba en ese momento. Un ejemplo es el viaje que hizo a Malvinas en 1966 (“Nuestras Islas Malvinas”), siendo el primer periodista argentino que pudo registrar la vida en las islas. Filmó, grabó sonido y sacó fotos él solo, y terminó volviendo al continente con una úlcera.
El arcón de los recuerdos
Aunque nadie lo había intentado antes, hacer un documental sobre Raymundo se convirtió en una tarea relativamente fácil por la cantidad de material que había disponible para contar su historia: Raymundo registraba todo, con su cámara de 16mm o con su cámara de fotos, incluso con una grabadora de audio. Pero hubo un hallazgo que no estaba en los planes, hasta que el teléfono sonó en Nueva York.
V.M: Un día llamaron a Juana desde un laboratorio, para decirle que tenían unas cajas con rollos de película que había dejado Raymundo, y que las iban a tirar, a no ser que ella las retirara. Yo viajé para visualizar el material: eran 18 cajas que contenían rollos de cámara de “Los Traidores” y “México, la revolución congelada”. Entonces nos encontramos con que había tomas de las películas, pero también un pie y una cola de toma donde aparecía Raymundo dirigiendo a los actores o haciendo claqueta, Alvaro Melián cruzándose en cámara o Juana saludando. También encontramos material que Raymundo había filmado el día de la primera vuelta de Perón a Gaspar Campos, en imágenes de una gran calidad, filmadas en color, y que nunca se habían visto. Fue como descubrir un tesoro arqueológico.
Los fragmentos encontrados permitieron recobrar los rostros de quienes formaban parte del grupo Cine de la Base, y cuyos nombres no aparecían en los créditos para resguardar sus identidades. Tras retratar el hambre de Brasil en “La tierra quema” (1964), la revolución truncada en “México, la revolución congelada”(1971) y la otra cara de la Masacre de Trelew en “Ni olvido ni perdón” (1973), Raymundo encara su primera ficción, ante la imposibilidad de documentar lo que a él le interesaba denunciar: la traición de la dirigencia sindical.
“Los Traidores”, un documental actuado
En “Los Traidores” Raymundo Gleyzer y Alvaro Melián se atrevieron a meterse con la corrupción sindical, en una época peligrosa. “Raymundo”cuenta la epopeya de su realización clandestina entre junio y octubre de 1972, y la increíble historia de cómo su director burló la censura, sacando los rollos en aviones y enviándoselos a Bill Susman, su productor norteamericano. “Los Traidores” es un ejemplo de cómo usar la ficción, para desnudar una realidad.
V.M: Había sido pensada, en un principio, como un documental. Pero sólo se podía acceder a imágenes de los sindicalistas en actos público, con una fachada controlada: los negociados, la parte oscura del sindicalismo era imposible de registrar. Entonces Raymundo y Alvaro Melián, (su co-guionista) decidieron ficcionalizarlo, pero teniendo como punto de partida toda la investigación previa, al punto tal de que cada línea del guión había sido dicha por un sindicalista –Lorenzo Miguel, Rucci o Vandor-, un dirigente de base, o un trabajador. El hecho de que desde la imagen también pareciera un documental, estaba determinado por las condiciones de producción: no había tiempo de poner luces, ni de repetir muchas tomas, había textos más o menos pautados pero se improvisaba. La película fue exhibida en fábricas y casas de familia, donde se realizaba un debate posterior, coordinado por el mismo Raymundo. El no podía imaginar su cine, desvinculado del debate.
MCI: ¿Cómo era la relación de Raymundo con sus colegas?
V.M.: En ese momento había una cuestión muy práctica: eras peronista o eras antiperonista. Raymundo no era peronista, era marxista, y no aceptaba de ninguna forma la figura de Perón. Por eso había un choque directo con los cineastas peronistas: todos estaban de acuerdo con la revolución socialista, con la denuncia, pero Raymundo no aceptaba a la dirigencia peronista, y a la dirigencia sindicalista-peronista, que era traidora. El denunciaba esto en sus películas, y los cineastas peronistas no estaban de acuerdo. Por eso se diferencia tanto el “Cine de la base” de Raymundo, del grupo “Cine Liberación” que encabezaban Pino Solanas y Octavio Getino, aunque eran amigos (Raymundo operó la cámara en algunos secuencias de “La hora de los hornos”), a pesar de que las diferencias ideológicas eran muy marcadas. Raymundo quería llevar su cine a la base y hacer reflexionar a los obreros sobre el sindicalismo traidor, pero eso a los peronistas no les gustaba.
“Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan” es parte de una canción de Nicolás Guillén que da título al cortometraje de Raymundo Gleyzer, en el que muestra la indiferencia de los dirigentes de una fábrica del Gran Buenos Aires ante la alta mortalidad por contaminación con plomo que sufren los trabajadores. La contundencia y la simpleza, unidas al humor, caracterizan a esta, la última película terminada que dejaría Raymundo, antes de desaparecer.
La mirada silenciada
V.M: A partir de que “Los Traidores” empieza a distribuirse, comienzan las amenazas a gente unida sobre todo a la izquierda peronista, pero también al socialismo. A partir de allí se exilian algunos de los actores de la película, como Hugo Alvarez, Luis Politti y Lautaro Murúa, y algunos actores de “Operación Masacre”, la película de Jorge Cedrón que relata los sucesos de la masacre de José León Suárez. Alvaro Melián se exilia tiempo después del Golpe Militar. El ya estaba en Europa cuando desaparece Raymundo, y se queda allá.
Raymundo había viajado a Estados Unidos un mes antes de su desaparición, por una cuestión comercial: acababa de cerrar un contrato con la UNESCO para filmar una serie de documentales en Africa. Sus amigos le sugirieron que no volviera – Haroldo Conti, un compañero del PRT, había desaparecido pocos días antes-. Pero él dijo que iba a volver como lo había hecho siempre. El 27 de mayo de 1976 fue secuestrado cuando salía de SICA; fue llevado a la Brigada Güemes y de ahí al Centro Clandestino de Detención El Vesubio. Se sabe que estuvo con Conti, a través del Padre Castellani, que fue a ver a Conti gracias a un permiso de Videla, y cuando entra a la celda escucha una voz que le dice: “Padre, soy Raymundo Gleyzer, dígale a mi familia que estoy bien”. Eso fue lo último que se supo de él. Tenía 34 años.
El Movimiento de Documentalistas Argentinos, decidió este año decretar la fecha de desaparición de Raymundo como el Día del Documentalista. Además de este homenaje de sus colegas, quienes hoy ven sus películas no pueden sino notar la asombrosa actualidad de su cine.
V.M: Hablábamos de eso con Dolly Pussi, una documentalista amiga de Raymundo, y ella nos decía que los problemas que existían en ese momento son los mismos que existen ahora: la burocracia sindical sigue siendo corrupta, la injusticia social está presente más que nunca. Las películas van a seguir vigentes mientras esos problemas existan en América Latina.
MCI: Se me ocurre que el efecto que puede tener hoy una película de Raymundo, proyectada en centros de piqueteros o en comedores comunitarios debe ser profundísimo.
V.M: Nosotros vamos a pasar la película en esos lugares, porque pensamos nuestra película unida al debate, como lo quería Raymundo. El debate es casi natural, porque la gente tiene la necesidad de hablar después de verla. Hay cineasta que nos preguntan, y se preguntan “qué hacer a partir de ahora, cómo seguir con este “cine de la base”? Por otro lado Juana propuso a varios canales de TV pasar “Los traidores” sin cobrar un peso, pero jamás tuvo una respuesta, a pesar de que había gente supuestamente “progresista” manejando esos medios.
MCI: ¿Te lo imaginás a Raymundo, hoy, documentando las marchas de los piqueteros?
V.M.: Yo pienso que haría mucho más que eso. Estaría un escalón más arriba. A partir del 20 de diciembre del año pasado surgió en muchos la necesidad de documentar, salir con cualquier cámara y registrar las marchas, los cacerolazos: él estaría organizando un discurso para plantear el debate y la incorporación a una organización política para la toma del poder, para que el cine cumpla una función real. El cine era para él una herramienta para llegar a una transformación social. Hoy, que los medios de información están totalmente controlados, la cámara de Raymundo hubiera sido una denuncia terrible, y una manera de despertar a la gente. MCI
Fuente Consultada: “El cine quema: Raymundo Gleyzer” autores: Fernando Martín Peña y Carlos Vallina, Ed. De la Flor, Buenos Aires 2000.
Publicado originalmente en MCI - Megasitio de Cine Independiente (www.cineindependiente.com.ar)
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