jueves, 14 de mayo de 2009
Sobre Bonanza
Autor: Pablo Zoya
Ante la crisis actual de la industria cinematográfica argentina, y frente a un deficit económico del Instituto de Cine que complica aún más el curso de las producciones ya iniciadas, pocos son los directores que tienen la enorme posibilidad de estrenar su película en un Festival Internacional como el de Buenos Aires. Estrenar dos películas, ya sería demasiado. Este es el atípico caso de Ulises Rosell, quien presenta en competencia oficial El Descanso, su opera prima en coautoría con Andrés Tambornino y Rodrigo Moreno. Y Bonanza, su opera prima individual, en la sección “lo nuevo de lo nuevo”. Un documental sobre una familia de chatarreros.
- Bonanza arranca a partir de otro trabajo. ¿Cómo fue eso ?
- Con el Tambor (Andrés Tambornino) ganamos el primer concurso de Historias Breves, con el guión de “donde y como Achala perdió a Oliveira”. Lo filmamos en las afueras de La Plata. El corto transcurre en una gomería, donde en la realidad vivía la familia Mochinsi. Gente muy particular, que vive en permanente contacto con la naturaleza. Por momentos tienen cierta familiaridad a la vida gitana. Los animales que tienen están incorporados a su vida cotidiana.
- ¿Como llegás a conocer a esta familia?
- Buscando locaciones. Nos comentaron que había una gomería de un tipo que acumulaba autos viejos, una especie de rey de la chatarra. El tipo está aislado, a pesar de vivir ahí nomás de la ciudad de La Plata. Tiene algo como que va en contra de la civilización, digamos. Y educó a sus hijos así, por ende. El pibe, Norberto, y la hija, que es La Vero. El tipo les inculcó a los hijos ese estilo de vida. El tipo tiene la gomería, vende chatarra. Es muy buscavidas. Y siempre, rodeado permanentemente de reptiles, de perros.
- ¿Ycuándo empezaste a filmar ?
- Apenas terminó el rodaje del corto que hicimos con Tambornino, yo seguí yendo, seguí estando en contacto con ellos. Al principio, llevaba la cámara de video, hablábamos mucho, grababa algo, me gustaba la onda que había, sin tener muy claro para donde iba la cosa, hasta que fue tomando forma. Consideraba que era una historia muy interesante para mostrar. Digo, algo que es interesante de ver, automáticamente lo transporto a una pantalla. Y al interés que puede generar en un espectador.
-Es un trabajo que dura 80 minutos. ¿ lo encaraste por el lado del documental convencional ?
- No, prácticamente no tiene reportajes, ni estructuras típicas del género documental. Pasa también que los personajes al llevar su vida cotidiana delante de la cámara, era como que les importaba muy poco si la cámara estaba encendida o no. No estaban pendientes de eso en absoluto. Y eso se ve reflejado en el laburo. Yo siempre les decía que estaba haciendo un documental de cómo ellos cazaban animales.
-El caso del director que engaña a sus entrevistados.
-(se ríe) Sí, un poco. Pero eso me servía para que, sin decirles “te estoy filmando a vos”, en definitiva, los estaba filmando. Hubo un poco de engaño. Y volviendo al tema de género, la película apunta a lo cómico. Hay mucho de cómico a lo largo de todo el laburo. La incongruencia de un tipo que se comporta como un rey cuando en realidad está entre los restos de la civilización. Quedó ahí apartado del resto. Pero es como quiere vivir él, el lo eligió, nadie lo puso ahí.
-¿Con qué equipo de gente trabajaste?
- Trabajé con un equipo técnico muy reducido, lo cual también permitía esa cosa íntima que quería lograr. Filmábamos sin luces, todo con luz natural. A lo sumo, poníamos alguna bombita más fuerte si teníamos que reforzar alguna escena en el interior de la casa. La cuestión era que nada delatara que había un rodaje. Un sonidista, otro que hacía cámara, y un asistente de cámara. Ese fue todo el equipo, a lo largo de tres años que estuvimos filmando.
-¿Tres años ? es como mucho tiempo.
- Mucho. De golpe iba y filmaba 4 ó 5 días. Era el máximo que me animaba a tirar. Aparte habia como una gimnasia que ya nos habíamos puesto como timing. El primer día que llegábamos no filmábamos. La cámara quedaba guardada. Charlábamos, comíamos algo, pautábamos que ibamos a hacer al otro día. Bueno, mañana vamos a ir a cazar. Listo. Al otro día, se agarraba la cámara, y nos íbamos. Otro día los acompañábamos a pegar carteles. Ellos participaban en una campaña política. Digamos que tenían diversas actividades los Mochinsi. Escencialmente arrancábamos cada día de filmación con la siguiente premisa: todo puede ser filmado. Cualquier actividad. Yo sabía que el tipo a la mañana se levantaba desde tal lado, y se iba a lavar la cara hasta tal otro. Lo que tenía que lograr era anticiparme a ese momento. No me gustaba recrearlo, porque perdía naturalidad. En ese sentido la historia adopta su parte de ficción.
- Ya debés ser parte de la familia Mochinsi.
- Sí, de hecho pasé la última Navidad con ellos. Ya son como unos tíos del interior. Ellos en sí son poquitos. El es viudo. Todo el tiempo pasa gente por la casa, toda la gente del barrio; y hasta en eso, esa relación que mantienen entre vecinos, es diferente a la que nosotros tenemos cotidianamente en Buenos Aires. El vecino de enfrente que sale con el auto, se cruza a saludar un minuto, y terminan conversando media hora. Algo bien del interior, pero a 2 cuadras de la ciudad de La Plata.
- ¿ Cuanto material filmaste?
- Setenta latas. Para ser un documental, está en los parámetros normales.
- ¿Como lo fuiste armando ?
- El montaje era en paralelo. Durante un año y medio era todo el tiempo: no tengo idea adónde estamos yendo, y en un momento, le encontré el final. Un final que no fue en definitiva el que quedó, pero que a mí me sirvió para empezar a resolver la historia. Ahí tomé como más confianza. Contar esa historia. El laburo de montaje en el último tiempo se basó en ir reduciendo y reduciendo la mayor cantidad de material posible.
- Y había que ponerle música...
- Y había que ponerle música. A mi no me gustaba para nada la música que estaban escuchando ellos todo el día, esa cumbia bien reventada; aparte no quería eso para la película. Quería otra cosa. Entonces fue ahí que le mandé un video a Manu Chao (músico español, ex Mano Negra). Yo sentía que la música de él tenía mucho que ver con las imágenes. Después de muchos intentos de contactarlo, porque es una figurita un poco difícil para conseguir, pude hablar con él vía telefónica. Le interesó el material, le gustó la idea de ponerle música. Y nada. Adelante.
- Viajaste a Barcelona.
- Me fui para allá en el verano del año pasado, nos juntamos, y abrió su archivo, un archivo extensísimo, estuvimos 6 horas escuchando dats, demos, pequeños ensayos, canciones inéditas, otras reversionadas... diferentes cosas. Y salió así.
- Tenías la película montajeada en 16 mm, y tenías la música. Faltaba la ampliación.
- Pude ampliarla por un premio del Instituto. Lo gané como adelanto de subsidio. Después se amplió en Canadá, y se mezcló el sonido en Chile. Todavía no la ví terminada la copia final. El viernes está lista. Y después, veremos que pasa con la gente.
Publicado originalmente en MCI - Megasitio de Cine Independiente (www.cineindependiente.com.ar)
Ante la crisis actual de la industria cinematográfica argentina, y frente a un deficit económico del Instituto de Cine que complica aún más el curso de las producciones ya iniciadas, pocos son los directores que tienen la enorme posibilidad de estrenar su película en un Festival Internacional como el de Buenos Aires. Estrenar dos películas, ya sería demasiado. Este es el atípico caso de Ulises Rosell, quien presenta en competencia oficial El Descanso, su opera prima en coautoría con Andrés Tambornino y Rodrigo Moreno. Y Bonanza, su opera prima individual, en la sección “lo nuevo de lo nuevo”. Un documental sobre una familia de chatarreros.
- Bonanza arranca a partir de otro trabajo. ¿Cómo fue eso ?
- Con el Tambor (Andrés Tambornino) ganamos el primer concurso de Historias Breves, con el guión de “donde y como Achala perdió a Oliveira”. Lo filmamos en las afueras de La Plata. El corto transcurre en una gomería, donde en la realidad vivía la familia Mochinsi. Gente muy particular, que vive en permanente contacto con la naturaleza. Por momentos tienen cierta familiaridad a la vida gitana. Los animales que tienen están incorporados a su vida cotidiana.
- ¿Como llegás a conocer a esta familia?
- Buscando locaciones. Nos comentaron que había una gomería de un tipo que acumulaba autos viejos, una especie de rey de la chatarra. El tipo está aislado, a pesar de vivir ahí nomás de la ciudad de La Plata. Tiene algo como que va en contra de la civilización, digamos. Y educó a sus hijos así, por ende. El pibe, Norberto, y la hija, que es La Vero. El tipo les inculcó a los hijos ese estilo de vida. El tipo tiene la gomería, vende chatarra. Es muy buscavidas. Y siempre, rodeado permanentemente de reptiles, de perros.
- ¿Ycuándo empezaste a filmar ?
- Apenas terminó el rodaje del corto que hicimos con Tambornino, yo seguí yendo, seguí estando en contacto con ellos. Al principio, llevaba la cámara de video, hablábamos mucho, grababa algo, me gustaba la onda que había, sin tener muy claro para donde iba la cosa, hasta que fue tomando forma. Consideraba que era una historia muy interesante para mostrar. Digo, algo que es interesante de ver, automáticamente lo transporto a una pantalla. Y al interés que puede generar en un espectador.
-Es un trabajo que dura 80 minutos. ¿ lo encaraste por el lado del documental convencional ?
- No, prácticamente no tiene reportajes, ni estructuras típicas del género documental. Pasa también que los personajes al llevar su vida cotidiana delante de la cámara, era como que les importaba muy poco si la cámara estaba encendida o no. No estaban pendientes de eso en absoluto. Y eso se ve reflejado en el laburo. Yo siempre les decía que estaba haciendo un documental de cómo ellos cazaban animales.
-El caso del director que engaña a sus entrevistados.
-(se ríe) Sí, un poco. Pero eso me servía para que, sin decirles “te estoy filmando a vos”, en definitiva, los estaba filmando. Hubo un poco de engaño. Y volviendo al tema de género, la película apunta a lo cómico. Hay mucho de cómico a lo largo de todo el laburo. La incongruencia de un tipo que se comporta como un rey cuando en realidad está entre los restos de la civilización. Quedó ahí apartado del resto. Pero es como quiere vivir él, el lo eligió, nadie lo puso ahí.
-¿Con qué equipo de gente trabajaste?
- Trabajé con un equipo técnico muy reducido, lo cual también permitía esa cosa íntima que quería lograr. Filmábamos sin luces, todo con luz natural. A lo sumo, poníamos alguna bombita más fuerte si teníamos que reforzar alguna escena en el interior de la casa. La cuestión era que nada delatara que había un rodaje. Un sonidista, otro que hacía cámara, y un asistente de cámara. Ese fue todo el equipo, a lo largo de tres años que estuvimos filmando.
-¿Tres años ? es como mucho tiempo.
- Mucho. De golpe iba y filmaba 4 ó 5 días. Era el máximo que me animaba a tirar. Aparte habia como una gimnasia que ya nos habíamos puesto como timing. El primer día que llegábamos no filmábamos. La cámara quedaba guardada. Charlábamos, comíamos algo, pautábamos que ibamos a hacer al otro día. Bueno, mañana vamos a ir a cazar. Listo. Al otro día, se agarraba la cámara, y nos íbamos. Otro día los acompañábamos a pegar carteles. Ellos participaban en una campaña política. Digamos que tenían diversas actividades los Mochinsi. Escencialmente arrancábamos cada día de filmación con la siguiente premisa: todo puede ser filmado. Cualquier actividad. Yo sabía que el tipo a la mañana se levantaba desde tal lado, y se iba a lavar la cara hasta tal otro. Lo que tenía que lograr era anticiparme a ese momento. No me gustaba recrearlo, porque perdía naturalidad. En ese sentido la historia adopta su parte de ficción.
- Ya debés ser parte de la familia Mochinsi.
- Sí, de hecho pasé la última Navidad con ellos. Ya son como unos tíos del interior. Ellos en sí son poquitos. El es viudo. Todo el tiempo pasa gente por la casa, toda la gente del barrio; y hasta en eso, esa relación que mantienen entre vecinos, es diferente a la que nosotros tenemos cotidianamente en Buenos Aires. El vecino de enfrente que sale con el auto, se cruza a saludar un minuto, y terminan conversando media hora. Algo bien del interior, pero a 2 cuadras de la ciudad de La Plata.
- ¿ Cuanto material filmaste?
- Setenta latas. Para ser un documental, está en los parámetros normales.
- ¿Como lo fuiste armando ?
- El montaje era en paralelo. Durante un año y medio era todo el tiempo: no tengo idea adónde estamos yendo, y en un momento, le encontré el final. Un final que no fue en definitiva el que quedó, pero que a mí me sirvió para empezar a resolver la historia. Ahí tomé como más confianza. Contar esa historia. El laburo de montaje en el último tiempo se basó en ir reduciendo y reduciendo la mayor cantidad de material posible.
- Y había que ponerle música...
- Y había que ponerle música. A mi no me gustaba para nada la música que estaban escuchando ellos todo el día, esa cumbia bien reventada; aparte no quería eso para la película. Quería otra cosa. Entonces fue ahí que le mandé un video a Manu Chao (músico español, ex Mano Negra). Yo sentía que la música de él tenía mucho que ver con las imágenes. Después de muchos intentos de contactarlo, porque es una figurita un poco difícil para conseguir, pude hablar con él vía telefónica. Le interesó el material, le gustó la idea de ponerle música. Y nada. Adelante.
- Viajaste a Barcelona.
- Me fui para allá en el verano del año pasado, nos juntamos, y abrió su archivo, un archivo extensísimo, estuvimos 6 horas escuchando dats, demos, pequeños ensayos, canciones inéditas, otras reversionadas... diferentes cosas. Y salió así.
- Tenías la película montajeada en 16 mm, y tenías la música. Faltaba la ampliación.
- Pude ampliarla por un premio del Instituto. Lo gané como adelanto de subsidio. Después se amplió en Canadá, y se mezcló el sonido en Chile. Todavía no la ví terminada la copia final. El viernes está lista. Y después, veremos que pasa con la gente.
Publicado originalmente en MCI - Megasitio de Cine Independiente (www.cineindependiente.com.ar)
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