jueves, 14 de mayo de 2009
Sobre Pintando de amarillo
Autor: Diego Acosta
Cinco años de trabajo para "Pintando de Amarillo"
Mariana Wenger, al día de hoy, tiene dos hijos. O quizá ustedes prefieran decir que realmente tiene tres. Con esto me refiero a que tiene estrenada, una película enteramente hecha en animación. Y “Pintando de amarillo” es lo que van a escuchar cuando le pregunten sobre su nombre. Los comienzos de Mariana Wenger fueron en la Universidad del Cine junto a Esteban Tolj y Pablo Rodríguez Jauregui. Pero su inclinación a la animación no hace más que agradecérsela a Luis Bras.
“Todos recordamos su sótano, Bras nos dejó un legado muy serio. Nos enseñó el cuadro a cuadro y el 123 de la animación. Estudié con su libro y di clases con él”, dice con nostalgia. Había sido Bras el que enseñaba la técnica de animación y luego de ahí, surgirían diferentes preferencias estéticas.
Luego de un tiempo se animó a formar un grupo llamado “Nibelungos”, junto a sus dos compañeros de aventuras. “Nos complementábamos entre los tres, eramos muy amigos. Pensábamos, guionábamos, produciamos.-explica Mariana-. “Esteban se llevaba muy bien con el dibujo, Pablo con la técnica y la tecnología, y mi trabajo se basaba en un fuerte acento en el relato.”
Formaban un buen grupo e hicieron varios trabajos, entre ellos “La hiena” y “Modelo para amar”. Esta última, una realización que implicaba escenarios reales, y muñecos de madera de 30 cms. de alto, con lo cual estamos apreciando el grado de complejidad que Mariana Wenger ya quería ir imprimiendo en su obra. Complejidades aparte, la calidad y cantidad de trabajos de “Nibelungos” los catapultó a cosechar premios durante los años 1986 y 1987.
Además ese reconocimiento le valió a la realizadora una beca para llegar hasta Buenos Aires a estudiar animación con Roberto Saenz Valiente. Y ahí fue donde “Pintando de Amarillo” comenzó a ser una idea recurrente en su cabeza. Entonces nos cuenta, “Comenzé a colaborar con él en publicidades y aprendiendo animación en tiempo real para trabajar con maquetas. Vi la combinación de varias cosas...”. Por supuesto que además de una técnica, Mariana, tenía en su cabeza, ideas para contar. Más precisamente, preferencias y gustos personales. “Yo crecí en una galería de arte y me gusta la pintura. Siempre quise hacer algo sobre Van Gogh, pero no quería hacer un documental convencional, y como me encanta la ficción y el género de policial negro, trabajé sobre eso”, dice entusiasmada. “Es una especie de homenaje” aclara.
La película trata sobre el robo de un cuadro de Van gogh en una galería de arte y los personajes son todos pinceles. Como un gran homenaje a la pintura más los tópicos excluyentes del género policial.
Todo el gran y “profundo” proyecto, como insiste ella en señalar, le llevó la friolera de cinco largos años. Durante los dos primeros se sumió en la trabajosa tarea de escribir el guión, trabajar escenarios, maquetas y demás. Como se pretendía una realización bien trabajada desde la cámara había que rediseñar proporciones de títeres, mecanismos y lidiar con escollos de dinero. Faltante me refiero....
“La película se realizó con dos becas de la Fundación de Antorchas, el apoyo de la secretaría de cultura y lugares para rodaje que aportó la Escuela de cine y tv. Aunque algunas cosas terminé solventándolas yo” dice con un dejo de pena nuestra amiga y realizadora. Ahora bien, 5 años es un período largo. Claro que en el medio hubo un parate de un año debido a falta de recursos, y fue ahí donde Mariana Wenger sintió miedo y nos dice “Costó dinero, y también mucha energía, y muchas veces tuvimos que pedir recursos. En un momento tuve miedo, me superó la realización. Sentí que estabamos haciendo algo grande y dificil. Me asustaba el final y mis compañeros”.
A pesar de las duras palabras de la realizadora, la película contó con actores reales, banda sonora diseñada especialmente para el film, y técnicas que mezclaban también la computación. Como si de una superproducción se tratase. Y como la más comerciable de las superproducciones el film animado se estrenó con todas las luces y gran repercusión de prensa y público. “Me dio muchísimo placer” son las palabras de Mariana Wenger.
Y en el comienzo de un proyecto tanto o más de ambicioso que “Pintando de amarillo” se atreve a aconsejarnos: “La animación es una forma de juego. Aprendan durante toda la vida porque va a ser complicado. Pero la paciencia y el deseo debe ser el motor.” Un consejo, más que maravilloso. MCI
Publicado originalmente en MCI - Megasitio de Cine Independiente (www.cineindependiente.com.ar)
Cinco años de trabajo para "Pintando de Amarillo"
Mariana Wenger, al día de hoy, tiene dos hijos. O quizá ustedes prefieran decir que realmente tiene tres. Con esto me refiero a que tiene estrenada, una película enteramente hecha en animación. Y “Pintando de amarillo” es lo que van a escuchar cuando le pregunten sobre su nombre. Los comienzos de Mariana Wenger fueron en la Universidad del Cine junto a Esteban Tolj y Pablo Rodríguez Jauregui. Pero su inclinación a la animación no hace más que agradecérsela a Luis Bras.
“Todos recordamos su sótano, Bras nos dejó un legado muy serio. Nos enseñó el cuadro a cuadro y el 123 de la animación. Estudié con su libro y di clases con él”, dice con nostalgia. Había sido Bras el que enseñaba la técnica de animación y luego de ahí, surgirían diferentes preferencias estéticas.
Luego de un tiempo se animó a formar un grupo llamado “Nibelungos”, junto a sus dos compañeros de aventuras. “Nos complementábamos entre los tres, eramos muy amigos. Pensábamos, guionábamos, produciamos.-explica Mariana-. “Esteban se llevaba muy bien con el dibujo, Pablo con la técnica y la tecnología, y mi trabajo se basaba en un fuerte acento en el relato.”
Formaban un buen grupo e hicieron varios trabajos, entre ellos “La hiena” y “Modelo para amar”. Esta última, una realización que implicaba escenarios reales, y muñecos de madera de 30 cms. de alto, con lo cual estamos apreciando el grado de complejidad que Mariana Wenger ya quería ir imprimiendo en su obra. Complejidades aparte, la calidad y cantidad de trabajos de “Nibelungos” los catapultó a cosechar premios durante los años 1986 y 1987.
Además ese reconocimiento le valió a la realizadora una beca para llegar hasta Buenos Aires a estudiar animación con Roberto Saenz Valiente. Y ahí fue donde “Pintando de Amarillo” comenzó a ser una idea recurrente en su cabeza. Entonces nos cuenta, “Comenzé a colaborar con él en publicidades y aprendiendo animación en tiempo real para trabajar con maquetas. Vi la combinación de varias cosas...”. Por supuesto que además de una técnica, Mariana, tenía en su cabeza, ideas para contar. Más precisamente, preferencias y gustos personales. “Yo crecí en una galería de arte y me gusta la pintura. Siempre quise hacer algo sobre Van Gogh, pero no quería hacer un documental convencional, y como me encanta la ficción y el género de policial negro, trabajé sobre eso”, dice entusiasmada. “Es una especie de homenaje” aclara.
La película trata sobre el robo de un cuadro de Van gogh en una galería de arte y los personajes son todos pinceles. Como un gran homenaje a la pintura más los tópicos excluyentes del género policial.
Todo el gran y “profundo” proyecto, como insiste ella en señalar, le llevó la friolera de cinco largos años. Durante los dos primeros se sumió en la trabajosa tarea de escribir el guión, trabajar escenarios, maquetas y demás. Como se pretendía una realización bien trabajada desde la cámara había que rediseñar proporciones de títeres, mecanismos y lidiar con escollos de dinero. Faltante me refiero....
“La película se realizó con dos becas de la Fundación de Antorchas, el apoyo de la secretaría de cultura y lugares para rodaje que aportó la Escuela de cine y tv. Aunque algunas cosas terminé solventándolas yo” dice con un dejo de pena nuestra amiga y realizadora. Ahora bien, 5 años es un período largo. Claro que en el medio hubo un parate de un año debido a falta de recursos, y fue ahí donde Mariana Wenger sintió miedo y nos dice “Costó dinero, y también mucha energía, y muchas veces tuvimos que pedir recursos. En un momento tuve miedo, me superó la realización. Sentí que estabamos haciendo algo grande y dificil. Me asustaba el final y mis compañeros”.
A pesar de las duras palabras de la realizadora, la película contó con actores reales, banda sonora diseñada especialmente para el film, y técnicas que mezclaban también la computación. Como si de una superproducción se tratase. Y como la más comerciable de las superproducciones el film animado se estrenó con todas las luces y gran repercusión de prensa y público. “Me dio muchísimo placer” son las palabras de Mariana Wenger.
Y en el comienzo de un proyecto tanto o más de ambicioso que “Pintando de amarillo” se atreve a aconsejarnos: “La animación es una forma de juego. Aprendan durante toda la vida porque va a ser complicado. Pero la paciencia y el deseo debe ser el motor.” Un consejo, más que maravilloso. MCI
Publicado originalmente en MCI - Megasitio de Cine Independiente (www.cineindependiente.com.ar)
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