Autor: Cynthia Sabat
"Happiness", la nueva película de Todd Solodz, parece dar la razón a los que pensamos que no hay nada mejor que la comedia para mostrar el drama. El contrapunto: Una pareja se mira fijamente a los ojos en la mesa de un lujoso restaurant, los dos a punto de llorar, comentan que la cena estuvo deliciosa y que todo estuvo perfecto..
De esta manera Happiness se presenta y nos adelanta que la historia de estos 9 personajes de New Jersey nos será contada, a partir de ahora, a fuerza del contrapunto Aunque el espectador más avispado, a estas alturas ya habrá notado que la película se llama "Felicidad" y que en las puertas del cine hay un cartelito, casi imperceptible, que previene al espectador de escenas de las "fuertes".
En Happiness casi todos los personajes son protagónicos y todos caen bajo la implacable lupa de Solodz: las historias se entrecruzan, crecen y decrecen oportunamente para dejarse lugar unas a otras, y ninguno de los personajes se salvará de quedar absolutamente desnudo en su intimidad, y en su humanidad.
Así, veremos como transcurre la vida de tres hermanas muy diferentes entre sí (Joy, una chica sensible que va de frustración en frustración; Trish, ama de casa que lo tiene "todo" a base de una impecable decoración estilo folk; y Helen, una bella y exitosa escritora con problemas en su autoestima) sus padres y algunas personas de su vida diaria (el novio con el que Joy acaba de romper, un alumno ruso de su clase para inmigrantes; Bill, esposo de Trish, el psicólogo que urde planes para sodomizar a los amigos de su hijo, y Allen, el oficinista que se masturba mientras acosa teléfónicamente a Helen), la mayoría de ellas convertidas en depravados e infelices seres, atrapados y reducidos a su propio drama.
A pesar de ser una comedia, el espectador no va a encontrarse en medio de carcajadas, a no ser en dos o tres escenas. Más bien tiene que prepararse para pasar de una semisonrisa al estilo gioconda (los gags se vuelven tan patéticos que uno se resiste a la risa), a una mueca muy cercana al asco, y de pronto a una situación enteramente graciosa. Como los personajes de la pantalla, que pasaran de una conversación trivial a romper en llanto ante un desconocido.
La escena en la que Kristina, vecina de Allen, le relata cómo descuartizó al pobre portero de su edificio mientras se devora un sundae; la escena en la que Allen recibe un llamado de Helen invitandole a cumplir todos sus deseos y la cara de pánico que pone; la escena en que Billy le pregunta a su padre qué le hizo a sus amigos y Bill con lágrimas en los ojos relata los detalles: parecen hormigas bajo la lupa de un nene que intenta descargar todo el calor del sol sobre las desafortunadas criaturas. Y pensamos "¿hasta dónde llegará esta escena? ". Y generalmente llega más allá de hasta donde llegaría otro director, que no fuera Solondz.
A medida que la película transcurre vamos enterándonos de quienes son los personajes, lo cual incluye quienes son en su intimidad, quienes son en su vida social y quienes son en las mentes de quienes los rodean, identidades que casi nunca coinciden.
El motor que mueve a estos personajes es el deseo en su más oscura acepción: es un deseo que no puede ser compartido, o es de antemano un deseo imposible de llenar.
Y lo peor que puede ocurrirles, es intentar saciarlo o tropezarse de pronto con la posibilidad al alcance de la mano, de ser finalmente aquello que desearon. Así Joy despertará de un instante de felicidad, una vez más, abofeteada por la mujer de su alumno ruso; Allen comprobará lo que fue siempre casi una certeza: que Helen jamás se acostaría con él. Y Bill fingirá una conversación amistosa con el padre de su víctima mientras aquel le confirma "sos hombre muerto". Y ya es demasiado tarde: el deseo se volvió en contra y uno empieza a recordar una canción oída que dice "podés teñirte el pelo pero no podés escapar de vos mismo."
Con muy buenas actuaciones, a Happiness puede reprochársele dos personajes que no suman demasiado (Ben Gazzara en el papel del padre de la familia, y el de la mujer que lo seduce), y puede agradecérsele el repentino primer plano que toman personajes secundarios como el de Kristina, la vecina gorda enamorada de Allen y Vlad, el ruso que devuelve la sonrisa a la sufrida Joy, mientras le roba la guitarra y el equipo de música.
Sí, Solondz es el niño terrible con la lupa, y los personajes las hormigas. Quizás sentiran un sabor incierto al salir del cine, pero poco después terminaran reconociéndole la compasión y la crueldad, la sonrisa de gioconda, con que nos contó esta historia. MCI
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